Debemos reconocerlo: las redes sociales y plataformas de contenidos rebosan de un «ego» mal entendido. Vivimos inmersos en una sociedad donde imperan la rapidez y la impaciencia. En este contexto surge la figura del «gurú» —llámalo influencer, top voice o cualquier nuevo título que emerja. Siempre hemos tenido personas de referencia, no es nada nuevo. Pero, ¿qué ha cambiado entonces? Tras una profunda reflexión, una frase del doctor Mario Alonso Puig me ayudó a entenderlo: «no estamos aquí para brillar, sino para iluminar».
Es cierto: la mayoría solo busca brillar. Imparten lecciones que raramente aplican, con el único pretexto de un falso «crecimiento». Nos empujan hacia un ciclo absurdo y sin sentido.
- Queremos crear cada vez más contenidos, sin considerar su verdadera utilidad
- Perseguimos propósitos y objetivos ajenos
- Nos dejamos guiar por métricas superficiales
- Permitimos que los algoritmos tomen nuestras decisiones
- Adaptamos cada contenido a sus normas
- Nos centramos en brillar, en lugar de iluminar
Tras descubrir el movimiento «slow», donde he encontrado tanto sentido para equilibrar mi propósito profesional, he realizado nuevos hallazgos. Como tecnólogo, siento cierta nostalgia por los inicios de la web 2.0: aquella época en que creábamos sitios para interactuar y compartir información valiosa. Internet era un lienzo en blanco, repleto de posibilidades. ¡Sí, ya lo sé! Esa fase quedó atrás. Ahora la web 3.0 promete nuevas disrupciones fascinantes, como la inteligencia artificial y el mundo cripto, herramientas verdaderamente revolucionarias.
Sin embargo, mis dudas no se centran en la utilidad de la tecnología en sí, sino en cómo haremos uso de estas poderosas herramientas. Coincido con Ezequiel Bello en esa inquietante observación: la mayoría de los contenidos en estas plataformas repiten los mismos mensajes, sin aportar un ápice de personalidad. Sospecho que esto es consecuencia del uso inadecuado de la inteligencia artificial generativa.
Además, cada vez tenemos menos control sobre estos contenidos. Están en manos de grandes compañías que toman decisiones unilaterales —algunas veces alineadas con nuestros valores y principios, otras en contra. ¿Nos hace esto más libres? No lo creo, si entendemos la libertad como la capacidad de actuar según nuestros principios y valores, sin coacciones. El único límite de nuestra libertad debería ser no coartar la de los demás. En este contexto descubrí el movimiento de la IndieWeb, un interesante manifiesto que, curiosamente, coincide con el objetivo de descentralización que persigue la web 3.0 mediante tecnologías como la blockchain. Sin embargo, la tendencia a concentrar el poder frena este tipo de avances.
Aún nos queda mucho por aprender. Tras reflexionar profundamente, llego a una conclusión simple: la calidad siempre supera a la cantidad. Hoy, lamentablemente, pocos buscan esta excelencia. No es un camino fácil, pero resulta gratificante. Prioriza la felicidad duradera sobre el placer momentáneo. Nos hace volver del «brillar» al «iluminar». Y esto, como nos enseña Bárbara Rey Actis, no entiende de edad.
Tenga uno la edad que tenga, el que no vive para servir, no sirve para vivir
Madre Teresa de Calcuta
Espero avanzar manteniendo el rumbo en esta dirección. Con cada proyecto, desde Befocusy hasta SoftDoit junto a Lluís. ¿Me acompañas?