A menudo tengo la extraña sensación de que vivimos como aquellos personajes de Matrix que permanecían en las apocalípticas granjas energéticas durante la guerra entre humanos y máquinas. Es una metáfora, sí, ¡pero qué reveladora! ¿Quién no recuerda el momento crucial cuando Neo debe elegir entre la pastilla roja o azul? Sin embargo, en la vida real nos cuesta despertar de verdad. Y es que la auténtica batalla no es contra las máquinas, sino contra nosotros mismos y los autoengaños que persistimos en alimentar.
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Muchos continúan percibiendo la tecnología como una amenaza que nos destruirá. Es un pensamiento absurdo, pues es simplemente una herramienta. Los problemas, en todo caso, surgirán de un uso inadecuado de lo digital. Sin una utilidad detrás, la digitalización carece de sentido.
Desgraciadamente, no nos damos cuenta de que hoy los pequeños negocios tienen acceso a la misma tecnología —tanto hardware como software— que las grandes compañías. Esto explica el auge de las llamadas «company of one». Son negocios más simples que las grandes empresas. Porque no te engañes: emprender a lo grande es un lío de enormes dimensiones. Afortunadamente, el mundo empresarial se ha democratizado y es ahora accesible para muchas más personas.
Los 4 elementos para dejar este letargo
Crear un negocio no es condición necesaria para despertar. Para ello, solo necesitas cuatro cosas.
El primer requisito es simple de entender: necesitas la valentía suficiente para apostar por ti mismo. No se trata de ser temerario, descuidar tus responsabilidades o abandonarlo todo sin un plan. Significa, simplemente, que si no inviertes en ti mismo, prosperar se volverá más difícil. Y con el tiempo, la situación podría empeorar.
El segundo ingrediente es cuestionar todo constantemente. No aceptes ciegamente lo que otros te dicen, especialmente cuando prometen soluciones mágicas. Lee, escucha, investiga y, sobre todo, pon a prueba las ideas a través de tu propia experiencia. Considera esta búsqueda como un experimento: plantea hipótesis y somételas al filtro de la práctica para validarlas o descartarlas. Lo que funciona para mí quizás no funcione para ti, ya que cada persona tiene un contexto y unas circunstancias diferentes. Estas semanas estoy leyendo un espectacular libro de Pepe García, el estoico, titulado «Manual para la serenidad». Aunque aún me queda camino por recorrer, siento que seguirá ofreciéndome nuevas perspectivas.
El tercero es igual de importante: comprométete con la calidad. Preocúpate por la calidad de lo que produces, aunque esto signifique rechazar oportunidades inmediatas. Durante los últimos meses he aprendido una lección tremendamente valiosa: aprender a decir NO a muchas propuestas. Usa la calidad de tus resultados como palanca para ganar más libertad en tus proyectos futuros. Pero cuidado: no caigas en el perfeccionismo. Céntrate en crear algo lo suficientemente bueno para captar la atención de quienes te importan, pero liberándote de la urgencia de componer una obra maestra. Recuerda: el progreso es lo que cuenta, no la perfección.
Por último, existe un cuarto elemento fundamental. Muchos lo olvidan, pero sin él tu despertar podría ser efímero: la virtud de la disciplina. Aunque hay diversas maneras de abordarla, su esencia es única: el camino se recorre paso a paso. No intentes transformar tu mundo de la noche a la mañana. Enfócate en lo que debes hacer hoy. Repítelo cada día. Hazlo con amor, con pasión o con el sentimiento que prefieras, pero hazlo consistentemente. Con una gota diaria, tu vaso se llenará al cabo de un año. No subestimes este poder.